,

El melón de los videoclips

El melón de los videoclips no se ha llegado a abrir del todo nunca. Son tan efímeros, nos gustan tanto y mueven tanta pasta, que nadie se atreve a meter en ellos la patita de la crítica anticapitalista. Ni siquiera en espacios tecnoequidistantes como el CCCB, que podrían hacer una exposición de aquellas donde al final el arte y la ciencia lo arreglan todo. En este artículo recuperamos las nueve características del videoclip hegemónico que señalaba Jon E. Illescas en su libro ‘La dictadura del videoclip’. Su objetivo: conectar el contenido cultural generado por el ecosistema de los videoclips con la lógica económica que tiene detrás.

|

En 2015 Jon E. Illescas publicaba en la editorial El Viejo Topo La dictadura del videoclip. Industria musical y sueños prefrabricados, un libro necesario pero tan descaradamente rabioso que echaba para atrás al más convencido de los anticapitalistas. Y es que los videoclips nos provocan tantas sensaciones contradictorias que se hace difícil ponerlos en cuarentena.

Resumimos a continuación los nueve mensajes clave que, según Illescas, recibe la juventud de hoy en día a través de los videoclips mainstream o, lo que es lo mismo, a través del oligopolio Warner y Universal-Sony-Google (aka Vevo) y de su aliado imprescindible YouTube (aka Google). Los ejemplificamos con nueve videoclips recientes y no tan recientes (no sin advertir al lector que, a pesar de todo, sabemos que siempre amaremos este formato audiovisual).

1. Hegemonía estadounidense: el videoclip mainstream es made in USA. A pesar de la diversidad de origen de los cantantes y del capital, el inglés es el idioma predominante de los videoclips, las banderas estadounidenses son un elemento visual habitual, las alusiones geográficas al territorio USA también y las referencias directas o indirectas al Sueño Americano son constantes. En parte esto se explica porque las industrias de producción de videoclips que marcan tendencia se encuentran allí (Whashington y Hollywood) y porque el principal canal difusor de videoclips, YouTube-Google, es estadounidense. Hay casos tan explícitos como el American Oxygen de Rihanna, pero nos quedamos como ejemplo algo más sutil con el Born to Die de Lana Del Rey:

2. Con alcohol y otras drogas la vida sabe mejor: los videoclips tienen una representación del consumo de drogas legales e ilegales bastante superior a la del mundo real, de acuerdo con los datos de la ONU. Casi 4 de cada 10 videos incluyen drogas legales y 1 de cada 10, drogas ilegales. El retrato de las drogas que aparece acostumbra a ser positivo: como herramienta de escape y alienación, o como herramienta para obtener sexo. En este video de la Katy Perry, por ejemplo, con alcohol incluso los nerds triunfan:

3. Soy joven, guapo e… inmortal: en 8 de cada 10 videoclips no hay gente mayor ni niños, solo jóvenes que siguen, además, los cánones de belleza imperantes. El público al que se dirige el videoclip mainstream es el público joven y esto se ve reflejado por todas partes, incluso en los parteners de los y las cantantes o en los figurantes. En consecuencia, se homogeniza un estándar humano, empobreciendo el concepto de belleza y consolidando las jerarquías sociales que, además del dinero, se basan en el edadismo y la gordofobia, entre otros. El paradigma casi literal de este mensaje lo refleja el video Wake Me Up de Avicii:

4. El opio de la juventud: el hedonismo como religión: el fin supremo de la vida es el placer aquí y ahora, un carpe diem que borra el pasado y el futuro y suple la carencia de sentidos vitales que antes podían dar la religión o los movimientos políticos emancipatorios. No hay nada más importante que el placer intenso e inmediato. Lo vemos en este ya clásico de la fiesta y el sexo, el Despacito de Luis Fonsi:

5. Los anuncios que te esperan: consume, consume y consume: los videoclips se han institucionalizado también como espacios prioritarios de product placement o publicidad encubierta. Las mercancías más promocionadas son dispositivos electrónicos para jóvenes, coches de gama media-baja, bebidas, empresas de alimentación y joyas de nivel medio. Dentro de las industrias culturales, el negocio de la música pop es uno de los ámbitos donde se facturan más millones por product placemanet. Incluso, indica Illescas, hay empresas de postproducción como Mirrad especializadas en adaptar las marcas publicitadas en los videoclips en caso de que, una vez publicados, cambien los contratos comerciales con nuevas marcas. En definitiva, se trata de una supeditación de la industria del videoclip a la publicitaria. Quizás el caso más reciente que hemos vivido, por lo menos por la toma de conciencia de lo que significa que una superestrella pop mencione marcas, es el de la sesión 53 de Bizarrap con Shakira y el Ferrari, el Twingo, el Rolex y el Casio:

6. Por debajo de la clase media no hay nada, por encima: la felicidad: la auténtica felicidad se encuentra siempre en la riqueza más abundante. De hecho, los magnates multimillonarios son los protagonistas de casi el 30% de los videoclips musicales, seguidos de las clases medias (22,3%) y las clases altas (22,3%). Los elementos visuales para reflejarlo nos resultarán muy familiares respecte al universo del videoclip: mansiones, coches de gama alta, jets privados, yates, etc. Como muestra del tipo humano “millonario de videoclip”, el mal de amores de C. Tangana en un super apartamento de lujo:

7. Mensaje para el gueto: hazte rico o muere en el intento: el público de los guetos, donde sobre todo se mueve el capital mafioso, también tiene sus videoclips. En estos, se entroniza la figura del narcotraficante y se blanquea la industria de la droga, única esperanza laboral para algunos sectores populares. En este video, que utiliza Illescas como ejemplo, el rapero Drake hace apología del estilo de vida gangster (y de la «nieve») mientras canta “empecé desde abajo”:

8. Compitiendo contra todos: violencia, agresividad y jerarquía: la competencia es el motor social preponderante y se vale, además, de la violencia y la agresividad (banalizadas y estetizadas) para definir jerarquías. El individuo, por otra parte, es casi siempre el sujeto de la acción, nunca el colectivo. De hecho, las estrellas musicales individuales han desbancado totalmente a los grupos. El clip Pienso en tú mirá de Rosalia podría considerarse un buen ejemplo de la estetificación de la violencia:

9. El amor es cosa de perdedores. Expropiando el derecho a ser “humano”: el amor es fuente de sensaciones negativas, genera dolor y frustración. Y la gran beneficiaria del declive del amor es la exaltación sexual. Cuando menos, esto es el que se desprende de los datos analizados por Illescas que explica que, mientras en la década 1990 los videoclips incluían relaciones de afecto que iban más allá del sexo (paternal, maternal, fraternal y pasional), en 2015 el sexo superaba la mitad de los videoclips. Mal de amores e individualismo confluyen en este video de Miley Cyrus donde una ruptura amorosa la lleva a concluir que ella sola es autosuficiente:

Y hasta aquí los nueve mensajes más habituales de los videoclips mainstream según Illescas. Su libro incluye mucho más: las ausencias (aquello de lo que nunca hablan los clips), el entramado de empresas y capitostes de la industria del videoclip e, incluso, un listado de videos contrahegemónicos. Un libro, ya lo hemos dicho, lleno de rabia, pero que hay que leer. Primera tajada, pues, del melón de los videoclips.