,

Comunicación multimedia en los años de la Primera Restauración y la Segunda República españolas

Igual que con la revolución audiovisual o la actual revolución digital, en la España de la Primera Restauración borbónica y la Segunda República, proyectos políticos de todos colores aprovecharon la eclosión de la prensa impresa y de los nuevos medios para realizar su tarea comunicativa. El contexto catalán hizo aportaciones que van de la sátira gráfica reaccionaria de la revista D.I.C. hasta la visión multimedia del movimiento anarquista.

|

El pasado febrero la Universidad Pompeu Fabra acogió el I Seminari d’Història, Periodisme i Política (HPiP), un encuentro organizado por los grupos de investigación POLCOM-GRP y GRENS, donde investigadores especializados en historia de la comunicación compartieron el estado de algunas de sus investigaciones más recientes. La panorámica trazada por el magnífico programa del seminario transmite, de entrada, el cóctel explosivo que se genera cuando confluyen periodos sociopolíticos de transformación y revolución con innovaciones TIC hasta entonces inéditas

Todo aquello que no se puede decir, se dibuja: el humor gráfico como machete

Empecemos por el periodismo gráfico. Si quiere conocerse la historia de cualquier periodo, es tan fundamental el estudio de las imágenes como el de los textos. Jaume Capdevila, dibujante popularmente conocido como Kap y experto en historia de los ninots y los ninotaires, lo explicaba en su intervención insistiendo en el hecho de que, en un contexto como el español, donde la censura de los años de la Primera Restauración era mucho más acusada que en otros países europeos, las revistas satíricas gráficas dijeron en imágenes y lanzaron globos sonda visuales acerca de todo aquello que no podía decirse por escrito. La Campana de Gràcia (1870-1934) y L’Esquella de la Torratxa (1872-1939) fueron las grandes cabeceras catalanas de humor gráfico satírico de la Primera Restauración y, durante la Segunda República, el semanario El Be Negre (1931-1936) tomó el relevo en popularidad. Mención aparte merece ¡Cu-Cut! (1902-1914), diario satírico conservador vinculado a la Lliga Regionalista que fue una auténtica referencia visual copiada por cabeceras coetáneas y posteriores, y el responsable de crear un imaginario visual catalanista de alcance popular. El humor gráfico como machete.

La derecha catalana más reaccionaria —católica, tradicionalista, antimasona— también tuvo su humor gráfico:  D.I.C. Defensa dels Interessos Catalans (1931-1935), una revista que, como destacaba Josep Pich, se presentaba como enemiga del fascismo y el comunismo incluyendo entre sus representantes desde Einstein hasta Companys. Fue el archienemigo de El Be Negre y el absolutismo de sus mensajes visuales recuerdan a menudo a la retórica demonizante de la ultraderecha actual.

Portada de la revista satírica D.I.C del 5 de marzo de 1932 y referencia a su cartel anticomunista en El Be Negre del 1 de marzo de 1932.
Las mujeres y los nuevos medios

Los nuevos canales y géneros del mundo de la comunicación y los trabajos más invisibles y rutinarios como la traducción abrieron oportunidades profesionales a las mujeres. Irene Polo se inició en el periodismo como técnica de comunicación corporativa —como diríamos hoy— de la distribuidora de cine Gaumont. Contra el que se pensaba hasta ahora, explicaba Francesc Salgado, la célebre periodista empezó su carrera profesional escribiendo en castellano y en un ámbito “menor”, el del cine y la comunicación corporativa, alejado del periodismo político y de opinión, ya copado por los hombres.

También la radio, un nuevo medio estrenado en España en 1924 donde todo estaba para hacer y deshacer, abrió un mundo de posibilidades para dar voz y espacio públicos a las mujeres. Elvira Altés está estudiando este periodo de eclosión de locutoras y periodistas, modernas y republicanas, donde pueden destacarse nombres como los de Rosa Cotó, Maria Luz Morales, Mercè Rodoreda, Anna Murià, Maria Carme Nicolau, Llucieta Canyà, Rosa Maria Arquimbau, Francina Boris o la propia Irene Polo (algunas de sus voces, por cierto, se han podido recuperar y archivar en el banco de voces del proyecto Dones a les Ones). En algunos casos, recuerda Altés, la incorporación en el mundo laboral de estas mujeres vino forzado por el fallecimiento del “hombre de la casa” y la necesidad de ingresos.

Una concepción multimedia de la comunicación educación

La propuesta anarquista ha sido siempre una propuesta de transformación cultural profunda. Por eso la labor educativa fue desde sus inicios una prioridad absoluta, una tarea que iba mucho más allá del que hoy denominamos educación formal y que implicaba una visión realmente multimedia de la instrucción y la transformación de las mentalidades.

En esta labor, la eclosión periodística y las innovaciones TIC de la época fueron buenos aliados. El trabajo realizado por la familia de Teresa Mañé (aka Soledad Gustavo), Joan Montseny (aka Federico Urales) y su hija Federica Montseny es un excelente ejemplo. Susanna Tavera explicaba que la iniciativa editorial generada en torno a la La Revista Blanca (1898-1905, 1923-1936) se vio ampliada por la publicación otros géneros y formatos como los de la colección Novela Ideal, que a través de su literatura ¿rosa? llegó a ser la segunda en ventas en toda España. Frederica Montseny siempre insistió que ella, de profesión, era periodista, un periodismo militante, publicista, lleno, si hacía falta, de literatura popular. Y no les fue mal. Antes del golpe militar, indica Tavera, la familia Mañé-Montseny había montado un verdadero “emporio editorial”, hecho que generó críticas entre sus compañeros libertarios.

Otra muestra de la hiperconciencia del movimiento anarquista respecto a la comunicación fue la apuesta que hizo por el fotoperiodismo durante la revolución social de 1936, tal como explicava Teresa Ferré, especialista en el estudio del discurso anarquista visual y una de las investigadoras del proyecto de investigación Gràfica anarquista. El estallido de la revolución social dio acceso a los medios de producción —también los de las TIC— y los anarquistas lo aprovecharon para, entre otros cosas, hacer un llamamiento a los reporteros gráficos de la época para que retratasen lo que estaba ocurriendo. Colaboraron profesionales de todos los colores políticos, desde Antoni Campañà, hasta la saga Pérez de Rozas o las fotógrafas Ana Maria Martínez Sagi, Kati Horna o Margaret Michaelis. Sus fotografías se publicaron a revistas como Solidaridad Obrera, Mujeres Libres, Umbral o ¡¡¡Campo!!!, donde Carlos Pérez de Rozas fue el encargado de retratar las colectividades agrarias. La comunicación anarquista, que oscilaba de la propaganda sin complejos a la formación en todos los ámbitos de conocimiento, fue siempre un eje central de su proyecto político. La rápida reacción en la generación de un archivo fotográfico de la revolución social del verano del 36 es un ejemplo paradigmático de ello.

Librería de la CNT-FAI en la Vía Durruti (hoy Via Laietana). Autor/a desconocido/a.
Programas políticos y diarios generalistas

Queda abordar los diarios “generalistas”. Hoy en día la línea política de los diarios es una información tácita. Explicitarla en la cabecera o en cualquier otro lugar sería de mal gusto o, cuando menos, tratarnos de ingenuos. Seguramente es que ya sabemos y resabemos el complejo engranaje de propietarios accionistas y similares que hay al detrás de cada cabecera. Y también que la distancia entre la línea y el proyecto político de los propietarios y la de la plantilla de periodistas que trabajan (o sobreviven) puede ser abismal, con resultados en las informaciones y opiniones publicadas que llegan a ser estrambóticamente contradictorios. Pero antes esto no era tan así. Si los diarios eran republicanos, lo decían. Si eran rojos, lo decían. Si hacían campañas políticas lo decían. Que el motor de la prensa era, en la mayoría de casos, proyectos políticos explícitos no lo escondía casi nadie.

Jaume Guillamet se preguntaba, precisamente, por el proyecto político del diario L’Opinió (1928-1934), el subtítulo del cual era Diari d’Esquerra Republicana de Catalunya. Era un diario de partido, pero del mismo modo que el contexto político y social forzaba a pensarse, repensarse y posicionarse constantemente, conviene estudiar, según Guillamet, qué papel jugó el diario como cabecera de partido y si el suyo fue un proyecto político muy definido o si, precisamente, el propio proceso de edición implicó a la vez un proceso y un mecanismo de definición y concreción de líneas.

Su investigación, ahora en proceso, permanece abierta. No tanto la de los diarios El Heraldo de Madrid (1890-1939) y el barcelonés El Diluvio (1858-1939), dos de los grandes diarios populares republicanos que han sido cuidadosamente estudiados por Gil Toll. El investigador se centra ahora en el destino de sus periodistas en el exilio. El exilio generó vidas y episodios muy diversos, de confluencia y absorción cultural y profesional, que se concretaron con experiencias como las de Adrià Vilalta, que pasó de la plantilla de El Diluvio a convertirse en un referente del periodismo económico en México. La investigación sobre los periodistas republicanos exiliados todavía tiene, indicaba Toll, mucho espacio por recorrer.

La complejidad de la comunicación en los años de la Primera Restauración y la Segunda República quedó patente en este primer seminario. Y también que la investigación histórica está haciendo mucho trabajo y le queda mucho por hacer. Esperamos deseosos, pues, los próximos seminarios.

Grabación del seminario del 24 de febrero de 2023 en la Universitat Pompeu Fabra.