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Terror porno: menos #ChatControl y más educación afectiva y sexual

En los hogares catalanes y vascos ha entrado el terror porno. Un documental sobre la iniciación al porno de niños y adolescentes es tema en chats, columnas de opinión y conversaciones de bar. El escándalo y el pánico moral están servidos y, por suerte, tenemos plumas de referencia que apaciguan los miedos. Pero la sexualidad sigue siendo política y ahora mismo tenemos sobre la mesa dos medidas antagónicas: el #ChatControl que se decide en Europa y la educación afectiva y sexual en las escuelas. Es una partida entre neoliberalismo ultraconservador o emancipación feminista. Y hay que empezar a jugarla ya.

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La serie documental Generació porno, retransmitida por las televisiones públicas catalana y vasca este inicio de curso, ha dado protagonismo a un tema que interpela a muchísima gente: desde las familias de todos los colores políticos con niños y adolescentes que tarde o temprano se iniciarán en la sexualidad, hasta una opinión pública cada vez más sensibilizada por la violencia machista, la cultura de la violación y tantas otras derivas extremas de la sexualidad nociva. La crítica cultural se ha hecho eco del programa y nos ha puesto en su sitio respecto cualquier censura moral que desde el desconocimiento y el boomerismo queramos hacerle al porno. No nos extenderemos en este tema, porque para eso ya están los artículos de Laura Mauri o Joan Burdeus, por ejemplo.

La ley del #ChatControl y los lobbies tecnológicos

De lo que sí hay que hablar es del contexto en que aparece este documental. Y es que allá en Europa, en nuestra madre Bruselas, se está discutiendo ahora mismo la iniciativa legislativa de Lucha contra los abusos sexuales a menores. Y el escándalo está servido. Lo que parecía una propuesta para proteger a los menores de un tema tanto sensible como la pederastia ha resultado ser el fin de la inviolabilidad de la comunicación interpersonal: si se aprueba esta iniciativa, se podrán rastrear los mensajes privados de whatsapp, una auténtica locura que incluso los expertos técnicos de la UE no han visto nada claro.

Pero aun hay más: para poder entrar y rastrear los mensajes, hacen falta herramientas para desencriptar y leer imágenes y textos. Es decir, hace falta disponer de una potentísima industria de inteligencia artificial que esté a la altura de la demanda de servicios de vigilancia que requeriría una actividad como esta. Y este septiembre se ha hecho patente lo que muchos ya sospechaban: detrás la iniciativa de esta ley, los lobbies tecnológicos han estado presionando incansablemente y, entre otros cosas, se han encargado de aliarse e incentivar las iras del conservadurismo más reaccionario para extender sus discursos y miedos sobre la sexualidad. Lo denunciaba el pasado 25 de septiembre la investigación publicada por el BalkanInsight que dio la vuelta en el mundo y Xnet lo explicaba también de manera muy clara: estamos ante una campaña de instrumentalización de las víctimas de abusos y de propagación de pánico moral para ayudar a aprobar el #ChatControl y beneficiar los negocios IA que hay detrás. Y como guinda del pastel, la comisaria de Interior de la Unión Europea Ylva Johansson está implicada.

No nos hemos dado cuenta, pero ya hace tiempo que hemos aceptado y normalizado la cultura de la vigilancia. Y esto sí que es escalofriante. Tenemos un montón de herramientas para vigilar a nuestros hijos, saber si van a clase o se la saltan, saber las horas que llevan con el móvil y limitarlas, saber donde están físicamente y por donde se mueven. Esta batalla ya la han ganado las tecnológicas y es fácil, pues, que normalicemos el rastreo de los chats privados. Pero una cosa es que padres y madres vigilen a sus hijos, y otra muy diferente es que las empresas tecnológicas rastreen con permiso y como servicio a los Estados toda nuestra vida privada. ¿Es esta la solución para luchar contra los abusos sexuales a menores?

Educación sexual feminista ya, por favor

La otra cara de la moneda, la otra medida política aplicable, sería un clásico: educación, educación y educación. Pero no caigamos en mantras vacíos ni lugares comunes. Entremos en materia: la educación afectiva y sexual ha sido una reivindicación histórica en Cataluña y en el estado español desde hace décadas. Si nos ceñimos tan solo a nuestra historia democrática, podemos pensar en las primeras Jornades Catalanes d’Educació Sexual celebradas el 18 de mayo de 1979, en las que ya se hablaba de porno, identidades sexuales o diversidad funcional, o en las entidades dedicadas a la educación sexual surgidas en la década de 1980 como la Associació de Drets Sexuals i Reproductius y Sida Studi, y que ahora son referentes ineludibles.

Las entidades activistas que llevan años trabajando lo tienen todo bastante claro: hace falta una educación afectiva y sexual feminista, respetuosa con la diversidad y no hecha desde el miedo o la biomedecina, sino desde el deseo, el goce y el autoconocimiento. La educación sexual feminista es, además, una educación que parte de aquello personal pero incide mucho más allá, porque transforma la forma de relacionarse: el trabajo con los límites y el consentimiento, el respeto y la tolerancia, las relaciones de poder… Todo lo que aborda conduce a una transformación social profunda.

Aun así ni en escuelas ni en institutos la educación afectiva y sexual es obligatoria. Hace poco, por ejemplo, se actualizó el currículum catalán y la educación afectiva y sexual fue la gran ausente. Y no será porque el currículum no se adapte a los retos del futuro ni a los lobbies del presente: ya incluye programación informática y, cómo no, el emprendimiento. Pero la educación afectiva y sexual de infantil a primaria es tan transversal y tan ubicua y tan dependiente de la autonomía de centro que no la acabamos de encontrar por ningún lado. ¿Dónde está la asignatura? ¿Dónde están los docentes especialistas? De momento, la buena noticia es que en los repositorios de recursos del Departamento de Educación ya hay orientaciones pedagógicas y se ha publicitado la apertura de un proceso participativo para definir la educación sexual en las escuelas.

Pero es que han pasado más de cuarenta años desde las Jornades Catalanes d’Educació Sexual. ¿A qué esperamos, pues? Si las televisiones públicas deciden extender el terror porno, toca actuar de verdad. Y en estos momentos nos hallamos en una encrucijada entre alimentar a los lobbies tecnológicos y el neoliberalismo ultraconservador que se esconde detrás la ley del #ChatControl o introducir de una vez por todas la educación afectiva y sexual en las guarderías, los centros de primaria y los institutos. Nuestra posición es muy clara: menos #ChatControl, menos cultura de la vigilancia y más educación afectiva y sexual feminista ya, por favor.